LA SATANIZACION DEL PENSAMIENTO PROGRESISTA EN HONDURAS

Por: Foad Alejandro Castillo Ferrufino

Ya de todos son conocidos los acontecimientos que se suscitaron el  28 de junio del año 2009 en horas de la madrugada, los cuales a juicio de la Comunidad Internacional constituyeron un golpe de Estado puro y duro, pero en estas tierras de contradicción todavía se mantienen diversas tesis de negación y/o justificación de la conducta ilegal ejercida por Las Fuerzas Armadas dicho día.

La causa principal por la que derrocaron a José Manuel Zelaya Rosales –según vociferan sus mas enconados opositores-fue por sus intenciones de “instaurar en Honduras un modelo comunista, Chavista, marxista-leninista” a través de un proceso de encuesta ilegal. Soslayan adrede que el gobierno del Poder Ciudadano no contaba con el apoyo de ninguna de las instituciones que conforman el Estado. La ironía de este entuerto político-jurídico es que el personaje en mención perteneció al Partido Liberal de Honduras y no a una organización adepta a las ideas de Engels, Marx, Babeuf, Trotski o Lenin. Si se revisa minuciosamente la trayectoria de Zelaya Rosales, un hombre de la clase alta rural sin ninguna militancia en la izquierda podemos darnos cuenta que jamás pudo echar a andar el proyecto totalitario que sus detractores le endilgan injustamente.

Es precisamente en ese punto donde se denota la fragilidad y pobreza de las explicaciones de los autodenominados héroes de la republica, basadas únicamente en especulaciones pueriles y cazabrujismos pasados de moda. Mención aparte merecen los procesos criminales entablados por el Ministerio Publico ante los órganos jurisdiccionales competentes. Dichas causas si bien es cierto “podrían” estar lamentablemente “salpicadas” de un sesgo ideológico, deben ser tomadas en cuenta a la hora de evaluar objetivamente la administración derrocada. Empero el tema del latrocinio no fue el primero en la agenda de La Empresa Privada, Las Fuerzas Armadas, La Iglesia cristiana (católica y evangélica) y demás sectores beligerantes. Increíblemente resulta que la “cruzada” anticomunista aún es la razón de ser, la esencia del accionar de los inquilinos de la casa de gobierno, quienes al contar con el irrestricto apoyo de la ultraderecha norteamericana, gritan al mundo que salvaron a la nación de caer en las manos de Hugo Chávez Frías, cuando en realidad lo único que hicieron fue atajar un proceso de transformación estructural al que le tenían miedo porque cuestionaba sus privilegios.

No es excesivo recordar que fue Roberto Micheletti Bain, en su calidad de titular del Poder Legislativo, quien aprobó Petrocaribe y La Alba, pues aspiraba a la candidatura del Partido Liberal y quería votos. Tampoco viene a mal recordar los juramentos que hizo a la república el General Romeo Vásquez Velásquez. Estos personajes perfectamente sabían que aquí en Honduras no se iba a implantar ninguna dictadura del proletariado; simplemente siguieron la ruta trazada por una casta que desde siempre ha visto con muy malos ojos todo lo relacionado con la Justicia Social, la soberanía y el estado benefactor.

Sin el ánimo de caer en los lugares comunes debe afirmarse que los adversarios de la consulta popular fueron exactamente los mismos a los que se enfrentó el General Morazán en su gesta unionista. Como se dijo antes, José Manuel Zelaya Rosales no pretendía llevar a la patria a una aventura revolucionaria, sólo deseaba que se abrieran mercados alternativos y observó en Venezuela un buen socio proveedor de carburantes, ya que el exagerado precio de los combustibles siempre ha sido un problema sin solución. Además no era un secreto que las condiciones económicas de nuestro histórico gran aliado en todo, Los Estados Unidos de América no eran tan bonancibles como en el pasado, por lo tanto no daban prioridad a la pequeña Honduras.

Al ver ese panorama, no le quedaba más opción que avistar un cono sur en aquellos años revitalizado, lleno de esperanzas donde se destacaba el “controversial” líder venezolano Chávez Frías, quien ofrecía condiciones en materia energética sumamente ventajosas para Honduras, pero afectando a las grandes transnacionales del petróleo. La sinergia Rosales-Chávez produciría posteriormente la adhesión de Honduras a La Alba. Ese tratado comercial le granjearía mas temprano que tarde a Zelaya Rosales la oposición de las transnacionales del petróleo.

En todo esto vemos como un hombre de mentalidad rural por razones de supervivencia y deseos de trascendencia real se vio obligado a iniciar un programa de adaptación socioeconómica, desligado del planteamiento neoliberal, pero sustancialmente positivo para la gran masa de desposeídos. Seria llamado populista-demagogo por sus detractores a consecuencia de lo anterior. Finalmente el solo insinuar que la idea de sostener de manera irreflexiva una constitución indefinida (un adefesio, según Oscar Arias) creada por una Asamblea Constituyente muy laminada en el contexto geopolítico de la guerra fría va en contra de los principios básicos de una democracia, le costó la presidencia, amén de la pena de andar en un aeropuerto costarricense en pijama.

Todo lo antes expresado demuestra la intolerancia de las elites político-empresariales a las propuestas de corte popular emanadas de las agrupaciones de izquierda. Es extraño ver cómo en Honduras se condena a la hoguera a todos los que no comulgan con las recetas del Consenso de Washington, impuestas a rajatabla a principios de la década de los noventa cuando en la gran mayoría del planeta tierra la palabra socialismo dejó de ser un pecado.

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